La oportunidad de mi vida

Te pasa algo, Fernando?, me preguntó mi mujer aquella mañana durante el desayuno. Mi respuesta fue casi automática, – No, no me pasa nada. Seguro que lo dije sin ninguna convicción porque me miró y me dijo,- Pues te noto muy apagado.

Apagado no, a punto de tener un cortocircuito estaba yo, así que no me extraña que me lo notara Patricia. Por nada del mundo le hubiera dicho, en ese momento, lo que realmente me estaba pasando. Ya se lo diría más adelante.

La situación no era para menos. Hacía tres días que Eusebio, mi jefe, tuvo una larga conversación conmigo en la que me comunicó que, irremediablemente, había que hacer una reducción de plantilla y que a mí me afectaba, vamos que estaba en la calle (eso lo dije yo).

Tengo que reconocer que Eusebio supo decírmelo con mucho tacto y le puso cariño al tema, pero a mí se me vino el mundo encima. ¿Qué voy a hacer ahora?, sobre todo con mi edad. Si llevo toda la vida haciendo lo mismo y no sé hacer otra cosa. Están las cosas como para encontrar un nuevo trabajo. Además, con lo bien considerado que estoy tanto en mi familia como en la de mi mujer, ¡qué van a decir mis cuñados!

Todos estos, y muchos más, fueron los pensamientos que se agolpaban en mi cerebro de forma atropelladla, sin poder ordenarlos ni dar respuesta alguna a tanta pregunta.

Eusebio me habló de que habían contratado los servicios de una empresa de outplacement que nos ayudaría a los que teníamos que irnos. Mi escepticismo fue absoluto, ¿qué pasa que estos señores tienen una varita mágica para colocarme en otra empresa?.

Bueno, no tengo nada que perder, además, a caballo regalado no le mires el diente. Acepté tener una primera entrevista con ellos. Se pusieron en contacto conmigo y acordamos una cita.

Mi actitud era expectante, pero con un sentimiento de “a ver que me cuentan estos listillos”. El comienzo de la entrevista fue muy amable, la verdad es que noté y agradecí la cercanía de la persona que estaba conmigo.

A medida que avanzaba la conversación, yo cada vez entendía menos de qué estábamos hablando. ¿No estábamos allí para que me ayudaran en mi lamentable situación?, pues que me dijeran qué puestos tenían y a ver en cual podía encajar.

Pues no, allí no se hablaba de trabajo. El consultor me preguntaba, ¿cómo estás?, ¿Qué sientes en este momento?, ¿qué piensas de tu situación?, ¿Cuál es tu pensamiento más repetitivo?, ¿Cuál es tu preocupación más inmediata?

A medida que iba respondiendo, empecé a darme cuenta de que había muchas cosas que, hasta entonces, no las había pensado. Estaba totalmente obcecado con encontrar un trabajo lo antes posible y no me había parado a pensar, prácticamente, nada más. Además mi obsesión era encontrar un trabajo inmediatamente para poder decirle a Patricia que me había quedado sin trabajo pero que ya había encontrado otro nuevo, así no sufriría.

– ¿A quién se los has contado?

– A nadie

– ¿Qué estás haciendo para que tu mujer y tus hijos no se enteren?

– Sigo saliendo de casa a la misma hora, con la cartera, y vuelvo como siempre.

– ¿Qué haces durante todo el día?

– Cojo el coche y me voy a cualquier sitio. Me llevo el ordenador y busco trabajo en internet.

– ¿Qué delito has cometido?

– Ninguno

– Entonces, ¿De quién te escondes?, ¿Para qué huyes?

– No quiero disgustar a mi familia

– ¿Quién no quiere disgustarse, tú o tu familia?

– La verdad es que es un trago que no quiero pasar

– ¿Qué crees que pasará si se lo cuentas a tu familia?

– Se llevarán un disgusto pero lo entenderán y estoy seguro que me apoyarán y me ayudarán.

Lo cierto es que ese mismo día hable, primero, con Patricia, y luego, los dos, hablamos con nuestros hijos. ¡No sabéis el peso que me quité de encima!

En la siguiente sesión, mi consultor volvió a interesarse por mi estado de ánimo y, a continuación, me preguntó ¿cómo valoras tú esta situación?. Mi respuesta fue inmediata: desastrosa, ¿cómo quieres que la vea?. ¿Crees que puede haber algo positivo en tu situación actual?. Bueno, para no hacerlo largo, me siguió haciendo preguntas que me hicieron reflexionar y acabé por ver algún aspecto positivo: es un descanso después de muchos años trabajando sin parar, podré hacer alguna cosa que antes el trabajo no me lo permitía y…. poco más.

Fue cuando me dijo: “esto es una oportunidad”. Casi me lo como, “sí, hombre, la oportunidad de mi vida” respondí yo.

Siguió forzando mi estado de reflexión y al final vi que, efectivamente, no era la oportunidad de mi vida, pero sí era una oportunidad para hacer un alto en el camino y pensar qué es lo que quería hacer realmente, qué quería hacer con vida. La verdad es que nunca me había parado a pensar en eso. Nunca me había cuestionado si lo que estaba haciendo era lo que, realmente, quería hacer. Las cosas eran así y así había que aceptarlas, era lo más inteligente, ¡para qué complicarse la vida!

Entonces comprendí que, aunque un programa de outplacement tiene como objetivo final encontrar un nuevo puesto de trabajo, no sólo te ayuda a buscar nuevas oportunidades en el mercado laboral, sino que, desde el primer momento te apoya como persona, trabajando tu situación anímica y acompañándote en tus nuevas circunstancias para que pongas el foco en dónde más te interese.

Hoy puedo decir que ese proceso de reflexión me ayudó mucho a enfocar mi vida de otro modo. Sigo teniendo mis baches y mis problemas, pero ahora disfruto con lo que hago porque me gusta, por eso pongo pasión en ello.

 

 

3 thoughts on “La oportunidad de mi vida”

  1. No es lo mismo 10 años de experiencia que 10 años haciéndo lo mismo… También es importante preguntarnos si estamos viviendo nuestra propia vida o la vida de otros ( cuñados, hermanos, amigos, pareja, etc.. y todo ellos por el qué diran…), Esto , sin duda, nos supone una muy pesada carga en nuestra mochila. Y, por último, que importante es que alguien nos haga reflexionar ya que estamos muy acostumbrados a argumentar pero, ¿quién nos enseña a cuestionarnos muchas cosas que ,por inercia, consideramos que son inmutables….?

  2. Marta García

    Qué pena que la masificación de los programas que empezamos a ver en algunas compañías, esté ahciendo perder ese tiempo, esa escucha, ese mimo al candidato, ese estar con él y para él.
    Gracias, José Ignacio, leyendo me he sentido como en casa…biueno,. como en mi trabajo…es una conversación que he vivido y sentido tantas veces…y que es la clave de la buena evolución de un programa de outplacement.

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