Walking Dead

Recuerdo que hace tiempo vi un documental que me llamó mucho la atención. Contaban como una tribu indígena en Méjico llamaba a los no nativos de dicha tribu “caminantes inconscientes” para referirse al hecho de la gran cantidad de tiempo que los individuos actúan de forma automática, como si fueran zombies, no siendo plenamente conscientes de lo que hacen y para que lo hacen. Decían que nuestros sentidos y pensamientos  están permanentemente atrapados por el ayer, que ya pasó, y por el mañana que no ha llegado y que cuando vivimos como “caminantes inconscientes” pensamos que realidad sólo hay una, la que nosotros vemos e interpretamos y por ello nos dejamos llevar por los impulsos, por conductas reactivas y automatismos.

Reaccionamos frente al estímulo siempre de la misma manera y al no conseguir el resultado deseado aumentamos la frecuencia de la misma conducta. Esta no funciona por lo que entonces nos damos un chutazo de frustración, dirigimos entonces nuestra atención hacia el exterior, hacia las personas y el entorno más cercano, adoptando el papel de victimas y empezamos a crear problemas de relación con los demás. En otros casos podemos adoptar una posición de resignación y pensar que lo que estamos consiguiendo es lo unico posible. En ambos no hay aprendizaje, nos volvemos “walking dead” como los de la serie de televisión y nos dedicamos a contagiar a los demás.

Si tomar el control de lo que sucede y decidir el rumbo a seguir es tan de “cajón” que no deberíamos cuestionarlo ¿por qué nos cuesta tanto hacerlo? ¿cuáles son los costes y los beneficios de no actuar? Resulta que la vida y todo aquello que nos ocurre se puede interpretar como un cúmulo de casualidades ante las que nada o poco se puede hacer o se puede pensar que siempre hay algo que esta en nuestras manos, que el cambio depende de nosotros y que por tanto si nosotros cambiamos cambia todo lo demás.

 

¿Cuántos caminantes inconscientes tenemos en nuestras organizaciones? Echemos un vistazo y veamos cuál es la salud organizativa y si encontramos ejemplos en los  brilla el culpar a otros y a las circunstancias de los fracasos ,en lugar de asumir la responsabilidad de actuar, entonces necesitamos, como Directores de Recursos Humanos, poner manos a la obra y cambiar los sistemas de creencias de la organización ya que de lo contrario acabaremos por desaparecer. Es sólo cuestión de tiempo.

 

Dejar de ser un “caminante inconsciente” requiere, en primer lugar, entrenar la atención individual y colectiva para darnos cuenta de cómo funciona nuestro modelo mental y el modelo mental colectivo, representado en la cultura de la empresa. Esto significa trabajar tanto a nivel de individuo y de equipo como  organizativo. En segundo lugar es necesario aprender y desarrollar nuevos comportamientos y habilidades. Entrenar la responsabilidad, erradicar la creencia de que la ignorancia es una señal de debilidad y sustituirlo por el compromiso inequívoco con el aprendizaje que representa.

 

Contribuir a construir una organización más “consciente” y mejor preparada para sortear las adversidades depende de nosotros como Directores de Personas. Sabemos que modificar sólo lo externo no es suficiente sino trabajamos y removemos la actitud frente a los hechos, lo interno, de los individuos, los equipos y la cultura.  ¿A qué vamos a esperar?

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